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Creciendo Juntos

Por Rocío Trillo 9 de julio de 2021
Alguien me dijo una vez que normalmente no consigue encontrar tiempo cada día para meditar, ni siquiera 15 minutos, excepto aquellos días de máximo estrés, agobio y to do lists interminables. Es precisamente ahí cuando indudablemente y sin excusas “saca de donde no hay” al menos 30 minutos para parar, respirar, observar con objetividad, aquietar las aguas del río de sus pensamientos y descender a las profundidades de su mundo interior para resurgir con visión y energía renovadas. Para mí fue un comentario realmente impactante que me dio que pensar y me llevó a reflexionar acerca del porqué la mayoría de nosotros, a pesar de estar plenamente convencidos de lo que nos conviene, esperamos a estar al borde del abismo para echar mano de los primeros auxilios y maniobras de reanimación, en lugar de tomarnos nuestro tiempo para avituallarnos debidamente de cara a emprender o continuar en condiciones óptimas este maravilloso viaje que es la vida. Lo que más me sorprendió fue que se refiriese a la práctica meditativa, que requiere de una dedicación constante y continuada, y que más allá de proporcionar un efecto relajante a corto plazo (y no en todos los casos) necesita un tiempo nada desdeñable para desplegar su dilatada lista de beneficios permitiéndonos sentir el milagro en nuestras propias carnes. Se trata de un proceso, una carrera de fondo donde no hay una meta, no hay objetivo y, sin embargo, a lo largo de su recorrido cosechamos paradójicamente y sin haberlo pretendido los mejores logros de nuestra vida.
Vacaciones, un buen momento para incorporar nuevos hábitos
Por Rocío Trillo 4 de julio de 2021
Quien más quien menos ha pasado en algún momento alguna que otra “noche mala” en la que “caer en los brazos de Morfeo” se ha convertido en una misión imposible. Si esto ocurre de forma aislada no hay motivo para preocuparse. El problema surge cuando la dificultad para conciliar el sueño o recuperarlo después de algún despertar nocturno se produce con cierta frecuencia. Aunque el insomnio aparece como síntoma asociado a diversos trastornos en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-5) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA), muchos autores defienden que éste, en la mayoría de los casos, se da de forma aislada en personas sin ningún tipo de problema o relacionado con algún evento o situación vital circunstancial. Sin embargo, algunos estudios longitudinales nos alertan del vínculo entre insomnio continuado y desencadenamiento de episodios de depresión o ansiedad. El insomnio no solo hace referencia a la dificultad para conciliar el sueño al irse a la cama, sino que también se relaciona con despertar muy temprano, tener diversas interrupciones con problemas para volver a dormir o experimentar la desagradable sensación de no haber descansado en toda la noche. En todos los casos la falta de sueño y descanso puede restarnos energía para afrontar el día, desenfocar nuestra capacidad de atención, concentración y memoria, disminuir el rendimiento, provocar un desequilibrio emocional que nos hace más vulnerables, sensibles y carne de cañón para los cambios de humor… La lista puede ser interminable. ¡Seguro que te has sentido así alguna vez!
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