La situación que hemos vivido y que todavía estamos viviendo con motivo de la pandemia del coronavirus
ha provocado importantes cambios en el entorno laboral, familiar y social que no han hecho más que agravar, acelerar e incrementar los problemas de estrés y ansiedad
ya existentes (según datos del INE 2014 en España casi el 59% de los trabajadores padecen estrés).
La llegada abrupta y repentina del teletrabajo, el aislamiento, el miedo a contagiarse, la incertidumbre generalizada, el temor a ser despedido y otros muchos factores hacen que, ahora más que nunca, la atención a la salud mental del trabajador se convierta en una responsabilidad ética de los empleadores.
Nos hemos dado cuenta de que favorecer entornos laborales saludables es una cuestión necesaria
para la motivación y satisfacción del empleado (así como para la productividad y rentabilidad empresarial), pero no es suficiente. Situaciones vitales, circunstancias personales, eventos traumáticos o preocupaciones pasajeras pueden producir un deterioro de la salud psicológica de las personas con sus correspondientes consecuencias a nivel laboral.